Las Costa Azul ha sido un gran descubrimiento para nosotros. Hicimos una ruta en coche por varias de las ciudades costeras francesas, una belleza natural con espectaculares vistas.
Nuestro primer destino fue Saint-Tropez, convertido gracias al público que atrae, en uno de los puntos turísticos más importantes de Francia. Sus tiendas de primeras marcas, sus yates y coches y las calles en si, desprenden un encanto especial en el que se nota el estilo de vida de los que allí acuden.
Este rincón de la Costa Azul es uno de los paraísos vacacionales por el que más famosos desfilan cada año. Lejos de querer descansar y refugiarse en el anonimato, a Saint Tropez se va para lucirse, ya que durante los meses estivales, este lugar se convierte en todo un escaparate donde los paparazzis hacen su agosto.
A nosotros la fama nos queda lejos, por lo que la playa, hacer turismo y la fotografía de paisaje fue nuestra principal ocupación.
Las playas más cercanas quedan en Cap Taillat, con el agua cristalina y escondido al final de una carretera que parece no acabar nunca. El azul turquesa que baña la orilla encandila, y reconozco que aunque la Costa brava no tiene nada que envidiarle, este color intenso nosotros no lo tenemos.
La parada obligatoria es la ciudad de Cannes, muy parecida a Niza, donde en su paseo encontramos los mejores hoteles de la ciudad como el Carlton, el Majestic, el Chanel y el mítico Martínez.
Conocido por todos es su festival de cine que reúne cada año los más importantes actores de Hollywood. El glamour y el espectáculo se dan de la mano en un evento al que todos los VIP quieren acudir.
Este es un post de viaje en un blog de fotografía, por lo que no me extenderé mucho en lo que ha coches se refiere. Sorprende ver tantos ostentosos coches deportivos aparcados en la entrada de los hoteles. Un bugatti Chiron y un Pagani Huayra aparcados frente al Carlton, eran la atracción para todos los que paseábamos por el paseo marítimo. También se dejó ver este precioso Fiat 500.
También hicimos una breve parada en Villefranche-sur-Mer, una zona montañosa con una vegetación exuberante y cuya costa está cubierta por infinidad de residencias. Un lugar privilegiado en el que apetece detenerse ni que sea a disfrutar de sus vistas.
Seguimos hasta llegar a Mónaco y Monte-Carlo. Su lujo y la ciudad que allí dentro vive parece tener un funcionamiento diferente al resto. No nos engañemos, aquí sin dinero te da para hacer poco, en unas horas ya lo has visto todo. Pero eso no son malas noticias porque Mónaco tiene muchas cosas que hace que sea especial, nunca defrauda.
Pudimos recorrer el circuito en coche al igual que los F1 que por allí compiten, carrera que tantas veces he visto por televisión. Visitar la parte de la Catedral, el Palacio y, como no, el famoso Casino mundialmente conocido. Una perfecta atracción turística, con sus fachadas perfectamente pintadas donde los tonos pastel marcan un estilo decorativo que te hace creer que estás en una ciudad de cuento.
Todos los puntos que visitamos en la Costa Azul fueron de especial interés fotográfico, rincones muy fotogénicos que te hacen tener el objetivo siempre a punto. Ha sido un viaje que tanto a María como a mi nos ha encantado.
Prueba en movimiento de nuestro viaje:
Que pasada! Me.ha encantado el articulo!
Que bonitooooo post y el viaje alucinanteeee!! El mini mint es preciosooooo!! Me alegra que lo disfrutarais mucho cariño ❤️
Madre mia! Que bonito todo! Me encanta! Gracia por compartir lugares tan bonitos! <3
Una pasada de viaje 😉