En nuestro viaje por Italia, la primera parada fue Venecia, un sitio por donde hasta el mismísimo Google Maps se pierde dentro de sus calles; un auténtico laberinto. Venecia, con su forma de pez: una ciudad que nació del agua, rodeada del agua y que sigue luchando al lado del agua, puesto que no es extraño ver la inclinación de las casas por la presión del agua y el arrase de las personas.
Una vez allí, lo mejor es tomar un vaporetto para tener un primer contacto con la ciudad y disfrutar así del recorrido por el Gran Canal mientras os dirigís hacia vuestro hotel para dejar las maletas.
Nos hospedamos en el barrio de Cannaregio, típico por sus cañas de madera para el amarre de barcas. Es curioso aunque no extraño, que la habitación estuviera inclinada, hecho que nos sorprendió nada más llegar. Como Venecia es una ciudad construida sobre el agua, los cimientos de los edificios son muy inestables. Este es uno de lo motivos por los que visitar esta hermosa ciudad, ya que según valoran los expertos tiende a desaparecer porque el nivel del mar se está elevando. Esperamos que antes de que lleguemos a este punto se haya encontrado una solución para no perder esta maravilla del mundo.
El primer día, pasado por agua, investigamos la ciudad a nuestro antojo. Destacamos los puentes más típicos, el Ponte Rialto, Ponte te Scalzi y Ponte te Accademia. Y la visita indispensable a la Piazza San Marco junto a su majestuosa Basílica, así como la Basílica de Santa Maria de la Salute desde donde la panorámica es de lo más fotogénica.
El segundo día, puesto que la lluvia volvía a ser protagonista por la tarde, nos sumamos a un free tour, donde visitamos sitios como el Gueto Hebreo, con muchas alusiones en memoria a las personas que fueron víctimas de la II Guerra Mundial; la Iglesia de San Simeori Piccolo, o las curiosidades de Santa Lucía. Lo pasamos muy bien, aunque nuestra recomendación es perderse entre las calles de esta bonita ciudad flotante, atravesando sus puentes, ya que toda la ciudad es arte y esencia pura allá por donde vayas. Rincones y puentes que no dejan a uno indiferente.
El tercer día, nos pegamos el madrugón para llegar a la hora y tomar la instantánea al amanecer. La lluvia nos dio un poco de tregua y pudimos disfrutar de un día soleado. En el Ponte della Paglia (típico de la a películas románticas) no estuvimos solos puesto que otros curiosos ya estaba listos con sus objetivos en busca de la foto perfecta a esas horas de la mañana.
No nos olvidamos de Murano y Burano, famosas por su cristal y sus casitas de colores. No es raro ver como los artesanos soplan el cristal y lo convierten en preciosas figuritas, un trabajo manual de lo más admirable y reconocido.
Por último, nos gustaría recomendar un restaurante al que acudimos varias veces por su oferta gastronómica. Un sitio con un encanto especial por los cuadros de pintores de la zona que decoraban sus paredes: el Bar-Pasticceria Puppa, que nos encantó. En cuanto a otros restaurantes, hay que tener cuidado con los cargos extras y el servicio-cubierto, que en ocasiones incluyen en la cuenta y nos pueden dar algún susto…